
¿Alguna vez has sentido que el ambiente se pone denso, como si algo invisible te pesara? A veces no es solo cansancio físico, es la energía estancada que se acumula en nuestros espacios, en nuestras cosas, en nosotros mismos.
La limpieza energética no es un lujo, es una necesidad. Así como limpiamos el cuerpo y la casa, también necesitamos limpiar el alma y el entorno. ¿Cómo? Votando (sí, ¡sacando!) lo que ya no nos sirve. Objetos rotos, ropa que no usamos, papeles que solo ocupan lugar… todo eso también contiene energía, y cuando la acumulamos, bloqueamos el flujo natural de la vida.
Cada objeto tiene una historia, una vibración. Si ya no aporta, si ya no alegra, si solo ocupa, es momento de dejarlo ir. Al liberar espacio, la energía empieza a moverse, se abren caminos, vuelve la claridad y nos sentimos más livianos, más nosotros.
Hazlo con intención. Pon música suave, agradece cada cosa antes de dejarla ir, prende una vela blanca, pasa un poco de incienso o palo santo. Y sobre todo, respira. La limpieza energética es un ritual sagrado.
Recuerda: cuando tú limpias tu espacio, también estás limpiando tu camino.
Téngalo claro.
Hasta la próxima!